Se asomó a la ventana a fumar el
cigarrillo de la tarde. Los chicos no tardarían en volver del entrenamiento, con
los deberes a medias, y la cena estaba sin preparar. La rutina se pegaba a la
piel de los días y no había manera de quitarle ese olor a rancio, a archivo de
funcionario cubierto del polvo de lustros. De repente se levantó el viento, y su
primer soplido consumió el cigarrillo en un instante. Mantuvo la torre de
ceniza erguida entre los dedos, pero la siguiente ráfaga la derrumbó sin piedad.
Alguien se estaba fumando su vida y apenas se estaba enterando. Aplastó la
colilla en el cenicero. Pidió por teléfono una pizza cuatro estaciones y brindó
con cerveza a la salud de ese enemigo invisible que se ocultaba tras el reloj
de cocina. Al menos podía celebrar que aún era capaz de convertir un miércoles
en viernes.
6 comentarios:
Duro y real. Me gustó.
Muy bien escrito, Puri, con pulso de maestra.
Qué bien vienen esos cambios de aire de vez en cuando...
Muy bueno, Puri.
Un abrazo.
Poder hacer que un día sea otro es para mí un poder de los más buenos, que puede al paso del tiempo en el que estamos presos todos.
Un beso
Bravo Puri!!! Me encantó tu relato
Besos desde el aire
Qué sople el tiempo, y demos cuerda al viento para que traiga palabras y versos y caricias y nanas...
Quién pudiera cambiar los días...
besos y cambios
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